viernes, agosto 26, 2011

La culpa es nuestra.

Y el luto nos cubrió. 53 muertos (según la prensa) en un casino en Monterrey. Pero ¿qué tiene de especial esta situación si durante el sexenio de nuestro actual presidente llevamos mas de 40 000 "daños colaterales"? ¿Es la gota que derramo el vaso? No, la verdad lo dudo. Somos tan dolorosamente pasivos que probablemente ni este oscuro episodio nos despierte de un letargo de siglos y siglos de sumisión.

Pero la culpa no es del eterno PRI, ni de los "izquierdosos" del PRD, ni de los "Yunkes" del PAN, tampoco veo la culpa en el especímen que dirije al sindicato de maestros, ni de quienes manipulan la información a su antojo y evitan hablar de la realidad del país aludiendo a un acuerdo contra la apología de la violencia; la culpa no la tiene el Peje y su delirio dictatorial, ni Peña-Nieto y su temprana desiganción como futuro presidente y caudillo de la causa Priísta; no, la culpa tampoco reside en los Pinos ni en la presunción que ocupa la silla Presidencial bajo el nombre de Felipe Calderón Hinojosa. La culpa es nuestra.

Somos nostros los que hemos permitido esta barbarie, nosotros confiamos, elección tras elección, en los mismos hambriados de poder que nos roban y pactan con el crimen organizado a costa de nosotros. Somos nosotros los que contínuamente cerramos los ojos ante la realidad y que los demás se hagan bolas. Indignarse ya no es suficiente, condenar los terribles actos de violencia suena ya más a postura intelectualoide irresponsable que a conciencia cívica.

La idea no es solo condenar y pretender recuperar dignidad con ese simple hecho, tampoco se trata de tomar fusiles y salir a la calle a derrocar al gobierno: Violencia contra violencia solo genera muerte. Pero hay quienes no lo entienden. Es mas fácil gastar dinero en eufémicas campañas electorales que invertir en educación, pero eso no solo es responsabilidad del gobierno, desde nuestra propia y pequeña trinchera algo se puede hacer.

Dicen que la censura es la medida de la inteligencia del censor, entonces pues, demostremos que somos capaces de no caer en el mismo juego de los medios, ocultar la violencia no va a hacer que ésta desaparesca como por arte de magia. La balacera en Torreón y el granadazo en Monterrey, son muetras ejemplares del estado de locura que hemos alcanzado, pero no es lo peor de esta inútil guerra, por que igual cuenta la muerte del hijo de Javier Sicila y la de Fernando Martí como la de miles de inocentes "sin nombre" que han caido víctimas de retenes y actos de terrorismo como los ocurridos en Morelia en 2008.

No esperemos que un posible cambio nos beneficie hoy, no es como agitar una varita y pedir que mañana seamos un país pacífico de primer mundo; a estas alturas, un cambio en este país supone mucho tiempo de transición. Empecemos hoy, pues, para que nuestros hijos culminen el cambio, creo que aún estamos a tiempo.

lunes, abril 25, 2011

Vaso Derramado

Una lagrima mas derramó el vaso de sus emociones, que de por sí se encontraba a punto de desbordarse por sí solo. No solo temía por su propia vida, si no también por las victimas. Matar dos corazones de una sola palabra no era su especialidad e internarse en la oscuridad de la noche fría era su única opción. Al menos ahí, el recuento de los daños seria menor. Pero ¿se iría sin dar un ultimo grito de auxilio? Ha dado mas de 365 vueltas en la cama sin poder llegar a una conclusión ni a buen sueño.

Mientras uno siempre está ahí presente en todo, mientras duerme, mientras come, en el elevador de su trabajo, en el mas ínfimo detalle del cotidiano trajinar de su existencia (ni con palanca logra desprenderse de ese molesto tumor, que cada vez se hace mas grande y ¿evidente?), el otro se niega a morir, no se marchita del todo y se aferra a un rincón por pequeño que sea. Si hubiera algo de sensatez en su cabeza se habría armado de valor desde los primeros dolores, pero eso hubiera sido como traicionarse, a pesar de que era lógico que en un momento la locura se haría mas presente e insoportable.

Esa noche se levantó con la disposición del suicida, tomó el vaso con las temblorosas manos y con mucha cautela caminó en total soledad por el pasillo, con los pies desnudos sentía cada grieta del piso como si éstas trataran de detener su marcha, pero esta vez se sentía capaz de llegar al final de la lenta agonía. Con la tenue luz de la calle iluminando el umbral del baño, entró manteniendo total control de sus pasos, mientras el vaso seguía tiritando de impotencia y derramando llanto a cada paso. Se postró frente al lavabo y vació el salado contenido en una cascada de dolor. Se miró a los ojos y rompió el silencio con un grito estremecedor que urgía una caricia, una mirada. La negativa del silencio le hizo comprender que solo existía un destino posible y con los pies desnudos se internó en la oscuridad de la noche para, probablemente, no volver a ver las estrellas.