lunes, abril 25, 2011

Vaso Derramado

Una lagrima mas derramó el vaso de sus emociones, que de por sí se encontraba a punto de desbordarse por sí solo. No solo temía por su propia vida, si no también por las victimas. Matar dos corazones de una sola palabra no era su especialidad e internarse en la oscuridad de la noche fría era su única opción. Al menos ahí, el recuento de los daños seria menor. Pero ¿se iría sin dar un ultimo grito de auxilio? Ha dado mas de 365 vueltas en la cama sin poder llegar a una conclusión ni a buen sueño.

Mientras uno siempre está ahí presente en todo, mientras duerme, mientras come, en el elevador de su trabajo, en el mas ínfimo detalle del cotidiano trajinar de su existencia (ni con palanca logra desprenderse de ese molesto tumor, que cada vez se hace mas grande y ¿evidente?), el otro se niega a morir, no se marchita del todo y se aferra a un rincón por pequeño que sea. Si hubiera algo de sensatez en su cabeza se habría armado de valor desde los primeros dolores, pero eso hubiera sido como traicionarse, a pesar de que era lógico que en un momento la locura se haría mas presente e insoportable.

Esa noche se levantó con la disposición del suicida, tomó el vaso con las temblorosas manos y con mucha cautela caminó en total soledad por el pasillo, con los pies desnudos sentía cada grieta del piso como si éstas trataran de detener su marcha, pero esta vez se sentía capaz de llegar al final de la lenta agonía. Con la tenue luz de la calle iluminando el umbral del baño, entró manteniendo total control de sus pasos, mientras el vaso seguía tiritando de impotencia y derramando llanto a cada paso. Se postró frente al lavabo y vació el salado contenido en una cascada de dolor. Se miró a los ojos y rompió el silencio con un grito estremecedor que urgía una caricia, una mirada. La negativa del silencio le hizo comprender que solo existía un destino posible y con los pies desnudos se internó en la oscuridad de la noche para, probablemente, no volver a ver las estrellas.